jueves, 20 de mayo de 2010

Mi profesión tiene a veces momentos de desesperación, de impotencia y de saturación psicológica. Pero con una sonrisa o un buen gesto de un niño se te olvida todo.

Y digo esto porque hay veces que los pequeñines me sorprenden. Hay niños que crees que no se enteran de nada por las limitaciones que tienen y hay un día en el que de repente abre la puerta tras salir tú por ella y escuchas un dulce "Goodbye!". Y no te queda más que sonreir y dar las gracias de poder dedicarte a esto.

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